EL BUEN ANALISTA ESTÁ MUERTO, EL MAL ANALISTA: VIVITO Y CULIANDO!

Que quiero decir? Espero que te preguntes eso mismo ya desde el título. ¿es que el análisis no se trata de dos personas hablando? No, para nada. Si pensás eso, estás mal. Si tu “analista” te hizo pensar eso estás doblemente mal. Y él está peor. Consolate. Te atendés con alguien que está más loco que vos.

El analista en el análisis juega de muerto. Paga con sus palabras tu trabajo. Paga con su persona el precio de estar. Porque como persona se pierde en el momento mismo en que es tu analista. Si no es así te están estafando.

Pensalo. Ya lo dice el refrán: “un analista que da consejos, más que analista es psicoterapeuta”. Porque ir a pagar fortunas y a sufrir hemorragias libidinales para que te diga lo que él piensa de tu vida es mal negocio, el peor de todos. Eso te lo puede decir un amigo, e inclusive tu vieja, aunque a ella no quieras oírla, claro. ¿de qué carazos te sirve que un gil que se piensa el mejor de los hombres alumbre con su pusilánime antorcha tu camino? Si tu “análisis” huele (o mejor: hede) a charla de café, dejalo. Creeme, para café: es caro.

¿Por que se da tanto esto? Por la bendita transferencia, ese enganche que se define como el motor y a la vez el principal obstáculo de la cura. It’s in the book. Eso hace que te quedes. Estas jodido cuando el analista en sí mismo pasa a ser el principal motor y obstáculo de la cura. Ahí quedás pegado a sus rayes, a sus vaivenes, a sus neuras, a su humor cada vez que entrás al consultorio. Hoy tu historia lo aburre, tu sufrimiento lo empalaga y tus sueños y síntomas lo dejan indiferente: hoy no tiene ganas. Y vos sin obtener nada, de tu propio trabajo. El analista que te goza, te coje. Y mal, y de parado. Y lo peor, sin que vos te des cuenta. El tipo es la estrella, el protagonista, tu info no hace más que retroalimentarlo para que el se abandone a sus devaneos. Todo esto está mal. Eso no es análisis. Por ahí el no lo sabe, o prefiere actuar como si no lo supiera. Pero vos no podés hacer eso. En análisis solo hay espacio para una historia: la tuya. Es el tiempo de tu palabra, de tu verdad, de tu discurso. Un buen analista debería limitarse a decir lo mínimo indispensable. Todos los grandes analista lo supieron y lo saben. El problema es que hay muuuuuuuy pocos buenos analistas.

Un dato podría ser, que tengas la impresión de que te aburre. Si te “entretiene” su conversación, es cualquier cosa menos un analista. Quizás sea un payaso, o un comedido, o un pobre tipo que se siente importante dándote cátedra desde su nube de pedos de “sujeto-supuesto-salame”.

El analista no está ahí como sujeto, como amigo, como padre, ideal del yo, superyó, yo auxiliar, sacerdote ni rabino. No es la voz de tu conciencia. No la tiene más clara. Ni siquiera sabemos si la tiene…

Tiene que ser un espejo, “devolver sólo lo que le es mostrado” dice Freud, en un texto que no voy a nombrar porque no puedo creer que no lo sepas.

Si te vas de sesión encantado de sus sesudas reflexiones, NO VUELVAS. No vale la pena, sobre todo, las tuyas.

La idea es que te acompañe a destruir certezas, a conmover tus cimientos, a llegar a las causas, a poder repreguntarte algo desde el fondo, sin mascaradas, sin excusas, sin ideas ajenas ni consejos. Nada de palmoterapia paga, esa es la consigna.

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