EL PROBLEMA DE LA GRATITUD

Levante la mano el que está en análisis. Este post va dedicado a vos, que me vas a entender más que los demás, aunque espero que pueda servir también para pensar a aquellos que aún no se animaron a la aventura.
A ver como pongo esto para que se entienda. Como dije en otros posts, si vos estás trabajando bien en análisis y empezás a experimentar cambios, es inevitable en parte que consideras a tu analista el artífice de esos cambios y que sientas, consecuentemente, gratitud. Es decir, que te sientas agradecido para con esa persona que te ayudó a recorrer el camino de tu conocimiento.
Este sentimiento es lógico y está bien. El problema es cuando este sentimiento se interpone en el curso natural de un análisis. ¿cómo es esto? Imaginate lo siguiente, vos estás tan agradecido que no te animás a plantear algo que no te gusta del análisis. Ves cosas que te están empezando a hacer ruido y querés comentárselas a tu analista. Pero por alguna razón, que no sabés identificar, no te animás. Es más, digámoslo, te sentís culpable de reclamarle algo, cualquier cosa-por nimia o grave que sea-, a este ser al que le “debés” tu mejoría. Acá está el problema, te sentís en deuda. Esto es grave, muy. Esto es lo que quiero plantear hoy. La contracara de la gratitud es la deuda.
¿por qué? simple, porque quien no se sentiría un  miserable de ir a reclamarle una nadería a alguien que se toma tanto trabajo con vos???
Ojo, ¿cuándo pasa esto? No pasa en un buen análisis, porque no se establece la simetría que lleva a la deuda. Pasa cuando el analista cruza ciertos límites. Entonces además de tu tiempo de análisis, te pasa un dato para tu formación, te consigue entradas para algún espectáculo, te ofrece darte clases de algo, te presta un libro, te graba un cd, etc, etc, etc. Porque entonces ahí, el analista está jugado como persona en el dispositivo (esto ya lo hablamos en otros posts, si no te acordás o recién empezás a leer esta columna; volvé a los posts anteriores). Entonces, de persona a persona, alguien que te ayuda tanto, que te tiene en cuenta, a quien de una manera u otra sentís que le importás, le debés: por lo menos, reciprocidad. No podés ser tan miserable de ser un desagradecido. Es la dinámica de esa frase que dice que no se muerda la mano que te da de comer. Un horror. (ni hablar cuando esa mano te envenena!) El análisis es un espacio de libertad y conocimiento. Uno de los espacios en que más libertad subjetiva vas a conocer. Tenés que sentirte libre de plantear cualquier cosa, sobre todo las que no te gustan o pensás que están saliendo mal. Porque si no, no tiene ningún sentido. Se convierte en charla de café con un amigo cualquiera, que encima te cobra (y en general mucho) por el viejo oficio de escucharte.
No se trata del valor de “quejarse” en sí mismo. Se trata de ver de donde viene la queja o la crítica, con que hace serie. Como siempre, es el caso por caso. Habrá que ver después si se trata de que puedas quejarte, por ejemplo, y dejes de ser ese animal obsecuente que creó tu superyó paterno o; si en cambio se tratará de que dejes de quejarte y logres renunciar al goce que obtenés ahí.
Este tema se vuelve muy importante a la hora de terminar un tratamiento. Hago la salvedad de que lo que se entiende psicoanalíticamente por “fin de análisis” no es lo que estás pensando. 
Pero pongámoslo simple en dos ejemplos. Una posibilidad es que vos interrumpas tu tratamiento por la causa que sea, en este momento no nos importa. Si este es el caso, ¿cómo podés ver si esto de la gratitud se jugó bien o mal? Así, hay quien no se anima a interrumpir su tratamiento. Que repentinamente se siente culpable de dejar de ir. Siente que “no puede hacerle eso a su analista” es como “dejarlo en banda”, después de que él se tomó tantas molestias! Sabe que tiene el poder de dejar de ir en el momento que quiera, y aún así siente como un temor o un remordimiento. Se siente un desagradecido, un cobarde, por qué no un desgraciado! Y que palabra, porque uno teme perder la gracia de su analista, su favor, su deferencia por nuestra muy mediocre persona!
También pueden jugarse otras cosas en las interrupciones, está claro, como la resistencia, la ganancia de la enfermedad, etc. Nuevamente, caso por caso.
Si consideramos, la otra posibilidad, un fin de análisis; es todavía más complejo. No lo voy a desarrollar ahora, pero hay por lo menos dos corrientes fuertemente opuestas acerca del tema de cómo se da el fin de análisis. Según las escuelas, puede que el verdadero fin de análisis está dado por el paciente, como un movimiento subjetivo o que se construya en análisis junto con el analista; o que el analista “te de de alta” (habrás notado por las comillas a cual de ellas subestimo).
Esto es muy interesante, cualquier “final”: de un proceso, una relación, lo que sea; supone un duelo. Ahora te pregunto, ¿de que lado está el duelo de un fin de análisis? (siempre me refiero a un buen análisis, psicoanalítico). No, error, del lado del analista. Es el analista el que debe hacer el duelo por el fin del tratamiento!!! Como lo oís, está en los libros.
Según los autores, el sentimiento “correcto” de un fin de análisis, o sea, el que nos puede ayudar en el camino de pensar si eso es un fin de análisis o no, es o bien la euforia o bien la indiferencia. El paciente (ahora ex paciente, no?) debe sentirse eufórico, en un sentimiento que lo envuelve y lo involucra sólo a él, algo muy parecido al éxito. O debe sentirse indiferente, en el pleno sentido de la palabra. La corriente de emoción que se jugaba en ese análisis y que lo sostenía se agota, se acaba por completo y el paciente no siente especialmente nada hacia su ex analista. Así, el que queda agujereado, el que queda en menos, el que queda claramente en el lugar de objeto resto, objeto a desecho, es el analista (me metí con el objeto a, pero no hay problema, para entender, es igual si omitís la a) porque ya no tiene ningún valor particular, nada mejor que otro, para ofrecer al sujeto. El analista es el que hace un duelo, por el dolor que supone asumir esta posición, poder caer del lugar de SSS (sujeto supuesto al saber) en que lo colocaste al principio de tu tratamiento “el profesional sabe, él me va a ayudar, él sabe de mi, de mi sufrir”, de antemano.
Te imaginás que si vos estás sintiéndote a medio camino entre la gratitud y la deuda, esto es muy difícil de lograr, por no decir imposible. La indiferencia nada tiene que ver con la gratitud, de tu analista te tiene que importar un pimiento.
Vos quedate tranquilo y andá a vivir tu vida, con tu renovada capacidad de producir y de amar, con menos represiones, menos coaccionado por tu inconsciente, con tu miseria neurótica transformada en infortunio cotidiano: en el mejor de los casos.
Para tu analista, ni una plegaria (sobre todo no una plegaria, por favor!) que para eso le ensañaron en la facultad a asumir ese lugar de objeto resto y a realizar el duelo. Que ya se le pasará con otro paciente. Y si no puede, problema suyo. Y claro, en ese caso, tiene mucho que preguntarse.

Etiquetas:
6 Comentarios
  1. Divan el Terrible
  2. Divan el Terrible