Escuchadme!!! No veis que os necesito!

Bueno… para empezar pido mis más sinceras disculpas al público lector por no haber cumplido con la fecha de publicación de mi artículo, fue un caso de fuerza mayor…realmente disfruto mucho de escribir para esta pagina y el hecho de que no haya podido hacerlo este martes se debe exclusivamente a que ese mismo día rendí, en realidad “parí” el final de la materia “Teoría del Psicoanálisis” y cuando utilizó la palabra parí no es que quiera pasar por exagerada pero sencillamente una palabra como esa únicamente puede reflejar el estado en el que me encontraba en el momento de ir a dar… bueno de hecho si todos leyeron el post de Eze “ Catarata de sensaciones ante un examen” sabrán a lo que me refiero… es más creo que el martes logré duplicar muchas de las sensaciones que él nombra!

Ahora si… luego de esta humilde justificación pasó a lo que me compete el día de hoy… el tema que elegí tiene que ver con una tarea que muchos de nosotros seguramente hacemos en más de una ocasión y porque no…que en más de una oportunidad le pedimos a alguien que hiciera por nosotros…bueno basta de misterios, estoy hablando nada más y nada menos que de “La escucha”.

Yo me pregunto… ¿Cuántas veces uno necesita ser escuchado… poder desahogar sus penas… o contar un hecho especial… a través de unas pocas (no en mi caso) palabras?

Es que el hecho de poder comunicarnos entre nosotros resulta indispensable para la raza humana… y porque no… para cualquier especie, de hecho existen grandes grupos de investigación que se abocan a la dura tarea de descubrir el modo de comunicación en distintos tipos de especies animales.

Algo que me llama la atención y que en verdad me ha sucedido varias veces es que muchas personas llegan hasta mí en busca de un momento de escucha… pero frente a esa situación mi reacción es, valga la redundancia, escucharlos e inmediatamente a ello inferir algún tipo de comentario al respecto que, según mi humilde opinión, pueda ser útil para esa persona. Hasta aquí todo resulta muy sencillo, el problema aparece luego… cuando doy cuenta de la reacción de esa persona frente a mi comentario, resulta ser que no sólo no le agrada sino que en más de una oportunidad no es lo que esperaban sino que simplemente buscaban desahogarse, es decir, hacer un breve informe de lo que les ocurría; a lo cual yo me pregunto ¿Por qué  mejor no comprar un perro o un gato? Quizás ellos puedan escucharlos sin emitir ningún tipo de palabras y así todos quedarían conformes ¿no?

¿No les ha ocurrido que luego del comentario que algún amigo, conocido o porque no familiar, les ha trasmitido se sigue un torrente de palabras difíciles y cuándo uno creía que estaba ayudando a esa persona con una buena devolución sólo se logra desatar la furia más intensa que guarda el otro?

Entender al otro no es tarea fácil de hecho es un entrenamiento constante que debemos realizar día a día, debemos comprender que así como nosotros muchas veces necesitamos ser oídos, los demás requieren en más de una oportunidad que prestemos nuestros oídos lo cual no implica simplemente escuchar entrando la información por una oído y saliendo por el otro, sino que debemos dedicar ese momento a la persona si realmente queremos entender el verdadero motivo que lo llevó a buscarnos.

El problema de la comunicación resulta ser sumamente complicado y despierta millones de preguntas en mi mente…

Creo que cuando hablamos con otra persona no sólo tenemos que estar atentos a las palabras que usamos, sino también hacia quien nos estamos dirigiendo, con esto no me refiero a roles o cargos que ocupa una persona en nuestra vida, ni al modo en que debemos tratarlos por el nivel que ocupan en la sociedad, simplemente que quizás debamos tomar en cuenta que así como existe la posibilidad de tratar distintos tipos de personas, ya que cada uno de nosotros es un ser único e inigualable, es posible que exista de la misma forma una persona que pueda comprendernos muy bien frente a determinados temas y no tanto para otros. En mi opinión si cada uno de nosotros reflexionara en la forma de ser del otro, antes de hacer determinados comentarios, en cierta medida lograríamos evitarnos en más de una oportunidad algún disgusto.

De repente todo esto trae a mí un recuerdo, hace aproximadamente un año, iba yo en el colectivo hacia la facultad a rendir un examen, me encontraba muy nerviosa como de costumbre y una señora de unos 60 años aprox. sube al colectivo y se sienta a mi lado. Su primer pregunta fue (como todos saben es la típica cuando uno quiere empezar a hablar con un extraño) “¿Tenes hora?” Y así comenzó todo… en 20 minutos, tal vez menos, esta mujer comenzó a relatarme una serie de acontecimientos que resultaban significativos para su vida… la muerte de su marido hacia un año, la separación de su hija, el cumpleaños de  15 de su nieta y por supuesto a esto se incluían pequeñas preguntas sobre mi vida teles como “¿Estudias?” a lo cual yo, muy ingenuamente se me ocurrió no solo contestar en forma afirmativa sino que incluí la palabra mágica “psicología”. Esto desató en la mujer una serie de preguntas sucesivas a cerca de la carrera y prácticamente pretendió que analizase a su nietito de unos 7 años, con los comentarios que ella misma me iba dando sobre sus problemas en la incorporación al colegio y la separación de sus padres. Conclusión: yo llegué a destino, me di cuenta que los nervios por mi examen no valían la pena después de ver como vivía esta mujer y los motivos suficientes que ella sí realmente tenía para ponerse nerviosa. Me despedí de esta amable señora y ella me dejó anotado en un papel su teléfono para que si decidía en un futuro trabajar con niños la llamase por su nietito, le agradecí el hecho de que confiase tanto pero le recomendé que buscase ayuda para su nieto ahora que es cuando él más la necesitaba.

En sí, casos como este me demuestran cuánto necesitamos todos ser escuchados, aunque esto implique en algunos momentos llegar al punto de hablar con un extraño en el colectivo sobre tus más profundas penas.

Quiero terminar mi artículo con una frase, muy significativa, que encontré navegando por la vía loca de Internet:

Escuchar no es lo mismo que oír. Los oídos captan voces, ideas, razonamientos, el contenido de una idea, la lógica de un argumento. Escuchar, en cambio, implica utilizar oídos, ojos y corazón para detectar intención, emoción y sentimientos del hablante”

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  1. Fer