La verdad y nada más que la verdad

La verdad queridos lectores, es que hoy tenía pensado escribir sobre alguno de los tantos pensamientos que me fueron acompañando en los viajes que hice alguna vez en el colectivo, es decir, sobre alguna anécdota que nunca falta…. Alguna idea loca… algo que ya ocurrió hace bastante…. Pero me di cuenta que si hacía eso, estaba traicionándome a mi misma porque el pensamiento que hoy vino a mi mente cuando tomé el 160 para ir a la facultad no es realmente  una anécdota sino algo que deseo contarles. No se si puede resultar un tema atractivo o muy llamativo, pero creo que este es un espacio para compartir todo tipo de ideas y como una vez me dijo el administrador de esta Web, Eze: “Soltate más, no te estructures (…)” y creo que tiene razón y hoy les voy a escribir desde el verdadero pensamiento personal y totalmente profundo que logré desenterrar de mi mente.

Para poder contarles lo que perturbó mi mente aproximadamente todo el día de hoy, debo remontarme al fin de semana y aclarar que alguno de los lectores pueden sentir que el tema ya les es conocido, ya que participaron de este suceso que ahora paso relatarles… durante la cena del sábado se trataron en la sobremesa distintos temas… que vagaron desde un chiste hasta el relato de los más trágicos y espantosos accidentes que cada uno había conocido! Entre todos estos temas….se mencionó algo en particular a lo cual yo personalmente no pude hacer demasiados comentarios, estoy hablando de la muerte, la perdida de un ser querido, las distintas formas de despedir de este mundo terrenal a esa persona que ya no estará entre nosotros. El motivo por el cual no pude hacer demasiados comentarios se debió a que, como algunos ya saben, esta situación hace unos pocos años atrás me toco de cerca, perdí a una de las personas que más significación tenía para mi vida… mi papá. Desde ese momento cuando escucho temas relacionados con la muerte, accidentes y pérdidas me es inevitable no recordar ese momento. No viene al caso describir ni relatar exactamente lo que ocurrió porque no es ese el fin de este artículo. Simplemente que, en el momento en que todos hablaron sobre el tema yo preferí silenciar y hasta en cierta medida intenté no prestar demasiada atención al tema ¿Saben qué generó esto?  Al día siguiente empecé a experimentar una profunda ansiedad, que al principio parecía controlada…. Pero la presión fue cada vez más fuerte mudándose discretamente en la angustia más profunda que uno pueda llegar a sentir. No sabía exactamente qué era lo que me angustiaba, ya que obviamente mi mente había hecho el  mayor de los “esfuerzos” por protegerme de esto que tan mal me hacia… pero no pudo contra la presión,  la angustia fue mayor y se hizo irremediable no cuestionarme sobre cuál podía ser exactamente el motivo que me angustiaba.

Fue entonces, el martes por la mañana, arriba del colectivo, cuando arribó a mi conciencia el recuerdo de esa noche… comencé a pensar acerca de ese momento… y todo lo que en mi mente iba apareciendo y así transcurrió prácticamente todo mi día, intentando llegar al verdadero motivo oculto de mi pesar. Descubrí que cuando uno pasa por una situación limite, extrema, que no esperamos… es muy difícil superarla. La vida transcurre diariamente, porque no controlamos el tiempo… no podemos resignar una o mas vidas por la perdida de una, pero en cierta medida nuestra mente y nuestro corazón no olvidan ni un solo segundo… recuerdan esos momentos en forma permanente, solo que, como es lógico… nos ocultan por momentos esa información detrás de una cortina liviana, para que el sufrimiento no sea constante  y se pueda “continuar viviendo”. Lo que sucede es que la vida nos pone a pruebas, como a mi me ocurrió el sábado, nos hace enfrentar determinadas situaciones que corren el telón y nos recuerdan aquellos momentos de sufrimiento.

Es duro seguir adelante y muy difícil enfrentar estas situaciones… imagino que se trata de instancias de aprendizaje necesarias para seguir adelante de mejor manera, sin embargo muchas veces desearía que aprender y vivir fuera  menos doloroso.

Hace poco escuché el reportaje que le realizaban a un hombre que había vivido una experiencia límite en su vida… y para explicar que sentía en el presente luego de haber pasado un tiempo de aquel hecho, el hombre dijo: “considero que todo aquello dejó fuertes cicatrices en mi alma (…)”, esto quedó resonando en mi mente por mucho tiempo y creo que tiene razón, las experiencias limites quedan registradas en nuestra alma, como una marca imborrable… una huella que nos identifica, nos personifica y nos recuerda que somos humanos, que no todo es perfecto como uno quisiera.

Considero que la mejor forma de sobrellevar estas cicatrices del alma es acompañándonos en el camino con los seres queridos que nos rodean, que nos  escuchan, acompañan e intentan comprendernos.

Hoy doy gracias a la vida y a Dios porque me encuentro rodeada de muchos seres que me acompañan en este camino y quizás no puedan evitar que estas cicatrices dejen de sangrar pero estoy segura que sin ellos, sin su presencia, sin su contención y cariño nunca hubieran cicatrizado…

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  1. Fer