orden, orden…

Quiero empezar este post con una aclaración muy importante. Al margen de mi estilo personal a la hora de comunicar mis ideas esta no es una columna de humor. No se trata de simple sarcasmo, reflexión ligera o desinteresada. Es claro, es sólo un extracto de lo que puede ser dicho o pensado acerca del tema. No se trata tampoco de que vaya a dar cátedra en este espacio. Digamos mejor que me salteo algunos escalones lógicos para llegar a las conclusiones a las que adhiero. E intento generar un pequeño escozor en tu mente, en ese lugar recóndito en el que se te quedó grabado que el psicoanálisis es para “locos”, o que vos no lo necesitás, que estás bárbaro. Intento que se te ocurra que quizás, sólo quizás te estuviste perdiendo una experiencia única, enriquecedora y sin precedentes en tu vida. Más allá de todas las opiniones el psicoanálisis es una experiencia conmovedora, en más de un sentido. Personalmente creo que todo el mundo debería darse una vueltita por el diván, como una medida de salud a nivel nacional o algo así. Aunque la analogía tiene una connotación negativa en más de uno, me imagino algo así como cuando el servicio militar era obligatorio. Más provechoso hubiese sido que todo el mundo tuviera que cumplimentar dos años de análisis obligatorio. Ja! Se imaginan un sello en la libreta sanitaria?!
Un último comentario, más piadoso o técnico quizás, acerca de todas estas corrientes que hoy prefiero llamar post freudianas, como muchas de ellas mismas se definen (psicología del yo) yo no las acuso de nada de lo que ellas mismas no se incriminen. Estas corrientes son malas sin más porque ellas se privan y se pierden del milagro de la transferencia; que es toda la razón y el secreto de un análisis.
Tengo claro que más allá de todo lo que pueda decir no hay manera cierta de que me creas hasta que no te animes a la experiencia. Va a haber quienes no me crean nada, quienes nada entiendan, quienes me tomen a chiste o quienes busquen errores y traspiés detrás de cada uno de mis comentarios “está seguro de lo que dijo? Eso no se contradice con…?”, es raro que los muy escépticos o los muy hincha pelotas den comienzo a un análisis.
Ahora que me quedé pensando en la transferencia y su inmenso poder (hay serias elaboraciones teóricas que están de acuerdo conmigo, ríos de tinta se han dedicado a la transferencia) me surgió otra comparación con todas estas psicologías del yo: se dedicaron a trabajar la contratransferencia y encima, mal entendida.
Freud  habló de contratransferencia, para referirse a los sentimientos e ideas que el paciente despertaba en el analista: como movilizaciones de su propio inconsciente. Y era una advertencia sobre la transferencia por excelencia. Se trata de mantener el principio de neutralidad y abstinencia por encima de todo, y no significa que la contratransferencia pruebe que es un mito imposible de sostener. Sino, por el contrario, es una advertencia a que uno es un ser humano y hay cosas que van a pasarle. Pero justamente, ha de estar advertido.
La psicología del yo trabajó la contratransferencia en el espacio del paciente (en lugar de en las supervisiones del analista) responsabilizando al paciente de ella. Es así como tenemos viñetas clínicas (son pedazos de casos clínicos reales preparados para su difusión: desfigurados) de estos “profesionales” diciéndole a un paciente cosas como: “usted intenta aburrirme” “usted intenta seducirme” “usted intenta que yo me enoje con usted” sólo porque el psicólogo en cuestión cree que tiene derecho a estar allí como persona, y a tener, por ejemplo, preferencias; en lugar de ocupar un lugar de escucha. Entonces, es claro, se aburren, se excitan, se enojan: porque se juegan a si mismos como personas en un espacio en el que no se los requiere de ese modo. No queremos nada de nuestros analistas como personas, son un auricular adaptable a cada uno de nuestros lenguajes, son como la luna de un espejo, no devuelven más que lo que se les muestra; son como un cirujano, liberados de sentimientos humanos de empatía, solidaridad o desprecio.

 

 

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