«YO LE MIENTO A MI ANALISTA»

Este es uno de mis temas favoritos: el del que le “miente” al analista. ¿Y el que le “omite” información importante? Ese es todavía un tema más jugoso.
¿Cuál es la idea que subyace a esta política? Preguntando y oyendo encontré como dos corrientes.
Los detractores del análisis quieren comprobar que el análisis (y con esto se refieren a cualquier tipo de tratamiento psicológico en general) es un cuento. Que no puede decirles nada cierto ni revelador sobre ellos mismos. Entonces, mintiendo, esperan comprobar como el analista llega a conclusiones falsas (o apresuradas) sobre su persona. Para así poder decir que ellos “comprobaron” que el análisis no es más que una mentira. A la manera en que desenmascara a una tarotista, creen poder manejar las finas técnicas del psicoanálisis en su provecho y el de su particular neurosis. Esto no tiene ningún sentido para nadie. Es claro que vas a sacar un provecho nulo del análisis si no te jugás como persona ahí, lo más honestamente posible.
Igualmente este asunto tiene una trampita, porque hay algo de la estructura que se revela en la palabra misma, más allá de tu intención conciente de engañar. Porque, para el psicoanálisis y algunos lingüistas, la palabra engaña de por sí, en su misma dimensión de palabra, instaura la mentira y la verdad en el mismo acto, el lenguaje sirve para no comunicarnos. La palabra y sus “alrededores” descubre todo un mundo de malentendido!
O sea, que digas lo que digas, estás diciendo desde la estructura de lenguaje particular de TU inconciente. A ver, me refiero a que las “mentiras” que inventes para contar, las desfiguraciones, etc. Están inventadas por VOS, que sos la misma estructura que podría estar diciendo la verdad; o que podría estar mintiendo sin darse cuenta!!! El tema de LA verdad, es otro tema. Pero sabé que una cosa es la verdad del inconciente y otra la veracidad, la correspondencia con la realidad. Y aquí nuevamente, una cosa es la realidad psíquica, la tuya, la que construiste en tu cabeza para que viva tu cuerpo y otra las cosas que, supongamos, están efectivamente en el mundo: por ejemplo, todos estamos de acuerdo en que en este momento frente a tus ojos hay un monitor.
O sea, que hay algo de vos que se va a saber de todas maneras. Aunque es claro que hay mucho de vos que se va a perder. O tu historia va a ser inconexa e incomprensible para tu analista con lo cual es lógico que no saques del tratamiento todo el provecho que deberías. De cualquier manera un buen analista se da cuenta de esto, porque o sos un delirante o tu historia de vida hace mucho ruido. Si te pincha en el lugar correcto, salta el juguito! Y entonces te enfrenta con esta posición tuya y vos decidirás si querés hacer un tratamiento en serio o si dejás de perder tu tiempo y el suyo.
 Por otro lado están los “avergonzados” los “buenos samaritanos” que no quieren mostrar el lado oscuro del corazón. Los que cuentan muchas cosas, muy ciertas sobre sus vidas: pero son absolutamente nimias. Se guardan los datos sabrosos porque “cómo le voy a contar eso, después de todo es una desconocida, que va a pensar de mi”
¿Tengo que aclarar esto? ¿En serio hay gente que hace esto? Sí, y mucha. Entendé que, en realidad, el único que se perjudica en serio  con este tipo de actitudes sos vos, que te perdés de hacer análisis. Y encima estás pagando.
El pudor no tiene lugar en análisis, no como lo concebimos normalmente. Ese lugar es lo más íntimo de vos, en la silla de enfrente no te imagines a una chusma de barrio o a un aprendiz de vouyerista presto a juzgarte sino a un reflejo particular de vos, a un vos mismo que va a intentar mirarse desde afuera para verse bien adentro.
Así, por ejemplo la gente llena sus sesiones de cotidianeidades varias y el precio del papel higiénico mientras  omiten contar que hace años piensan en separarse y que sostienen a la vez un par de amantes, de mínima. O hablan de que no están seguras de si hacerse o no las lolas como todas sus amigas, mientras callan que no pueden tener  sexo con la luz prendida y esto les trae un problema de pareja que no logran resolver y que las llena de angustia.
No sos ningún vivo por creer que le mentís a tu analista y así le ganás a no se quien o que. Si vas a hacer terapia, HACELO EN SERIO. Comprometete con tu propio trabajo, involucrate con toda tu persona, que la ganancia es toda tuya.
Mentirle al analista, no tiene ningún sentido. Sacate de la cabeza la idea de que tu analista llega a la casa y aprovecha tus anécdotas para amenizar una reunión con amigos. Este es un lugar común, nos imaginamos al analista terminando la jornada, que de pronto mira a su mujer y le dice: “no sabés lo que me dijo  Juana de la Pelotas que hace para masturbarse, es lo más desagradable que haya oído en mi vida…” y su mujer entre horrorizada y divertida le contesta “no puede ser” y obvio, en la sesión siguiente te los cruzas a los dos en la puerta y notás como te miran con suspicacia: ellos saben tus peores secretos! Pará la paranoia. Esto no pasa. Y aunque pasara, no te detengas ahí, no tiene que ver con vos eso. Sino con un manipuleo siniestro de otro, por el que más tarde o más temprano va a tener que responder. Creeme, que en la vida todo vuelve.
Vamos, decidite a contar eso terrible que anida en tu cabeza, que al que más va a sorprender es a vos mismo (el tipo ya escuchó de todo para cuando llegaste vos), sos al único al que en realidad le puede servir para algo escuchar esas cosas, enfrentar esas cosas.

 

 

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