Entrevista al Doctor Don Ricardo Barreda

«Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: «mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís.» No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño. Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde estaba Adriana, y ahí disparo.»

Ricardo Barreda al tribunal que lo juzgó en 1995 por el asesinato de su esposa, su suegra y sus dos hijas – de Diario «Clarín», 20/08/2004


Entrevista de Clarín

-¿Está arrepentido?

-Exacto. Sí. No sé qué puede pensar la sociedad. Pero yo no me lo perdono. En aquel momento hubo una alteración profunda de mi parte afectiva que me llevó a actuar de esa manera.

-¿Lo volvería a hacer?

-En absoluto. No hubiera hecho nada. Hubiera dejado las cosas como estaban. Me hubiera ido, como otras veces, a dar una vuelta por ahí.

-Entonces ¿por qué en el juicio usted declaró que no se arrepentía?

-En el juicio mis abogados me dijeron que la postura era ésa y que no había que cambiarla. La acepté contra mi voluntad, pero me sentía muy mal.

-¿Siente culpa?

-En todo momento. Todo el tiempo tengo razonamientos. Estoy estudiando (quiere ser abogado) y de pronto me doy cuenta de que no estoy concentrado. Es porque tengo recuerdos que impiden la concentración. Veo la imagen de mis hijas cuando eran chicas.

-¿Piensa en su esposa y en su suegra?

Barreda hace una pausa de varios segundos. Se hace un silencio incómodo. Le da la última pitada al enésimo cigarrillo, lo apaga con delicadeza y responde.

-Sí. Y sí… pienso en todo. Pienso que si hubiera habido un poco…. Yo estaba pasando un período depresivo muy hondo, desde hacía varios años. Pedí ayuda a mi mujer a ver si se podían suavizar un poco las cosas, pero no encontré respuesta de ninguna especie. Nunca había tiempo para eso. Sabía que me hacía mal y lo dejaba. Es decir, yo quería hablar y cuando iba para el fondo a lavar un pañuelito, ella salía para el otro lado. Eran todas actitudes escapistas que me hacían mal y mi esposa insistía. Eso va generando resentimiento.

-¿Pero usted acepta su responsabilidad?

-Reconozco que tal vez haya sido demasiado bueno o las haya querido demasiado a todas. Yo a mi mujer siempre la quise, de mis hijas ni hablar.

-Pero usted las asesinó…

-Las chicas fueron cambiando. En casa había una especie de matriarcado. Y la orquestadora de todo era la madre de mi mujer. Una persona de carácter fuerte, entrometida. Muchas veces propuse: «Somos una familia enferma y creo que sería conveniente ver a alguien que nos ayude». Pero la respuesta era: «No, andá vos, que sos el loco».

-¿Ese recuerdo lo mortifica?

-Y… por momentos, sí. Porque pienso que todo se pudo haber evitado.

-¿Cómo?

-Con un poco de comprensión, con un poco de apoyo de parte de ellas, la tragedia se hubiese evitado.

Los recuerdos no parecen incomodarlo. Enseguida, cambia de tema y cuenta que recibe un «muy buen trato» en la cárcel. Tiene un legajo sin manchas. Su calificación es: «Ejemplar 10, reiterado».
Barreda reparte sus días entre el trabajo administrativo en los talleres y las horas que dedica al estudio de la carrera de Abogacía. En diciembre rindió su materia número 14. Y también se hizo tiempo para buscar nuevos afectos. «Me considero capaz de reiniciar una vida familiar. Ya encontré una pareja», suelta.

-¿Cómo la conoció?

-Hace tiempo empezamos una relación por carta, y ahora me viene a ver. Ella visitaba a un interno y este hombre una vez le dijo: «Te voy a presentar a un compañero». A los dos meses, recibí su primera carta, empezamos a escribirnos y se fue estableciendo un vínculo.

-¿Qué le aportó esta mujer?

-Comprensión, apoyo. Diálogo. Todo lo que me faltaba en mi relación anterior.

-¿Conserva algo de sus hijas?

-Lo único que encontré dentro de una agendita de direcciones es una foto de mi hija más grande, Cecilia, y yo, cuando era chiquita. La tengo alzada sobre mis rodillas. No tengo más porque luego del crimen no volví a casa. Pero tengo el recuerdo de la mente, que es más importante.

-¿Qué haría primero si saliera libre?

-Les llevaría flores a mis dos hijas al cementerio».

Fuente: Fabián Debesa y Mónica Galmarini – de Diario «Clarín», 13/08/2000

Noticia de último momento (no, es un toque vieja, pero bueno…)

El odontólogo Barreda, a punto de salir en libertad por un fallo judicial

La Cámara de Casación platense consideró inconstitucional la pena de reclusión por tiempo indeterminado. Barreda, con más de 13 años cumplidos y la ley del 2 por 1, puede quedar libre.

Como no podía ser de otra forma, la noticia corrió de boca en boca: Ricardo Barreda, el odontólogo que llevó su fama más allá de los confines de su especialidad, está a punto de cruzar el portón de calle de la Unidad Penal 9 de La Plata, donde está alojado prácticamente desde que cometió el cuádruple homicidio de su mujer, Gladys McDonald, de 57 años; su suegra, Elena Arreche, de 86, y sus hijas Adriana, de 24, y Cecilia, de 26, el 15 de noviembre del ’92 en su casa de La Plata. La Cámara de Casación consideró que la reclusión es inconstitucional, con lo que la condena de Barreda se equiparó a la prisión perpetua y es pasible de aplicársele la ley del 2 por 1, vigente a la fecha de la condena. “Según nuestros cálculos, Barreda lleva cumplidos 25 años, 4 meses y 2 días y está en condiciones de recuperar la libertad”, dijo a Página/12 su abogado, Edgardo Gutiérrez. Casación devolvió el expediente a la Cámara de Apelaciones y ordenó que efectuara el conteo y que dispusiera la libertad en caso de que el cómputo lo favoreciera.

El 15 de noviembre del ’92, en su casa de la calle 48, entre 11 y 12 de La Plata, el odontólogo Ricardo Barreda disparó con su escopeta calibre 12.70 sobre su suegra, Elena Arreche, su mujer, Gladys McDonald, y sus dos hijas, Adriana y Cecilia, provocándoles la muerte. El odontólogo luego arrojó el arma a un arroyo de la periferia, y la misma noche del crimen volvió a su casa, se encontró con los cuerpos de sus víctimas, y llamó a la policía.

Durante unas horas insistió en que se había tratado de un asalto, hasta que finalmente aceptó la responsabilidad del hecho, asegurando que las mujeres lo humillaban y denigraban. Tres años más tarde, fue condenado a reclusión perpetua por tiempo indeterminado. El fallo fue apelado y en 2005 Casación confirmó la sentencia, y actualmente se encuentra ante la Corte Suprema, con lo que el fallo no se encuentra firme.

El artículo 24 del Código Penal establece que la prisión preventiva se computará: “Por dos días de prisión preventiva, uno de reclusión; por un día de prisión preventiva, uno de prisión o dos de inhabilitación”, lo que en castellano común significa que cada día de reclusión con sentencia no firme equivalen a dos días de prisión.

“Un fallo de la Corte el año pasado sentó jurisprudencia al considerar la inconstitucionalidad del artículo 24”, dijo a este diario el abogado de Barreda, Edgardo Gutiérrez. El precedente de la Corte fue tomado por la defensa del odontólogo para reclamar su aplicación. Y los jueces

Carlos Natiello, Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargués consideraron que “computar en forma más gravosa la prisión preventiva que la pena resulta violatorio de la Constitución” y resolvieron hacer lugar al planteo. “No parece congruente con nuestro plexo normativo que a una persona a la que se le ha impuesto pena de reclusión perpetua por sentencia no firme, y que por lo tanto aún conserva el estado de inocencia, se le compute por dos días de prisión preventiva, uno de reclusión –dijeron los jueces– y que una vez que este estado se haya extinguido por encontrarse firme la sentencia condenatoria, este cómputo sea por un día efectivo de cárcel, uno de reclusión. Esto implica que, una vez que el estado de inocencia cedió ante la sentencia firme, el cómputo es más favorable que cuando se gozaba de ese estado”, señalaron los jueces y agregaron que “la posible lentitud judicial en la resolución caerá sobre sus espaldas de la manera más injusta: para que se le compute un día de reclusión, deberá sufrir dos días en la cárcel”.

Los jueces ordenaron además remitir el expediente a la Sala I de la Cámara Federal platense para que realice los cómputos pertinentes para definir en qué situación se encuentra Barreda, en condiciones de ser liberado con pena cumplida o condicional.

A la fecha Barreda lleva cumplidos 13 años y 7 meses. “Si la reclusión se cae por inconstitucional, el cómputo pasa a ser la mitad, y si a eso le agrego la ley del 2 por 1, vigente a esa fecha, el cómputo que lleva cumplido es de más de 25 años.”

ACTUALIZACION 2010 – Video «Un tiempo después»

Actualizado a Enero de 2010: Más videos que hay en la web sobre el Dr. Barreda

Otra entrevista: Parte 1

Otra entrevista: Parte 2

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San Barreda, San Barreda, que no me jodan ni me agredan.

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